Por Felipe Zarruk-Periodista de La Cultural
La televisión llegó a nuestro país el 13 de junio de 1954, es decir, hace 70 años, siendo Presidente de la República Gustavo Rojas Pinilla. En un improvisado estudio que montaron de afán en la Casa de Nariño se realizó la primera transmisión en la cual ofició como presentador el reconocido Julio E. Sánchez Vanegas quien años más tarde montó su recordada programadora JES Televisión; con Vanegas llegaron varios locutores de la radio que tenían experiencia en dicho medio de comunicación el cual estaba muy incrustado en la sociedad colombiana desde 1929 cuando se inauguró la primera estación radial en Barranquilla durante el gobierno de Miguel Abadía Méndez.
Aparte de promocionar su gobierno, Rojas Pinilla contrató técnicos cubanos y de otras partes del mundo para ayudar al crecimiento de la pantalla chica en nuestro país y al tiempo aparecieron locutores y presentadores españoles como Fernando González Pacheco y Alicia del Carpio; arribaron actores de teatro y diseñadores de contenidos netamente políticos, comerciales y artísticos para que dicho medio de comunicación entretuviera a la población colombiana de la década del 50, época en la cual se vivió una etapa de violencia marcada por el asesinato del político liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948.
En los años 60 se crean las primeras programadoras y en 1964 aparece en escena el Instituto de Radio y Televisión, más conocido como Inravisión, que era la matriz de los medios de comunicación y de los programas que allí se emitían para todo el país. Esta institución fue liquidada en los 90 por malos manejos administrativos, un pasivo pensional de más de 600.000 millones de pesos y sumado a la llegada de los canales privados, sepultaron con un entierro de tercera categoría a dicha entidad que durante tres décadas se incrustó en el corazón de los colombianos. Décadas en las cuales disfrutamos de programas entretenidos como Animalandia, Operación JaJá, el Club del Tío Alejandro con el presentador chileno Alejandro Michel Talento quien realizó el primer programa educativo infantil en nuestra televisión; teníamos dramatizados familiares como Dialogando, programas musicales tales como El Show de Jimmy Salcedo y El Show de las Estrellas con Jorge Barón, la inolvidable comedia Yo y Tú que tuvo los índices más altos de sintonía durante décadas, dirigido por Alicia del Carpio y en el cual desfilaron los mejores actores del momento durante 20 años.
Las novelas Caminos de gloria, El Caballero de Rauzán, Piel de Zapa, Simplemente María, La Abuela, La Leyenda de Antón García, La Casa de las Dos Palmas y cómo olvidar a una genial miniserie como Revivamos Nuestra Historia dirigida por el maestro Jorge Alí Triana, sin dejar de mencionar a Naturalia con la primera dama de la televisión colombiana Gloria Valencia de Castaño. Las nóminas de todas las programadoras estaban encabezadas por ilustres actores y actrices de nacionalidad argentina, española; sumados a ellos, los actores criollos, quienes desfilaron por nuestras pantallas y cada día estaban frente a nosotros, deleitándonos con sus actuaciones magistrales. No sobra recordar a Julio César Luna, Carlos Muñoz, Pepe Sánchez, Consuelo Luzardo, ‘el gordo’ Benjumea, Franky Linero, Keppa Amuchastegui, María Eugenia Dávila, Teresa Gutiérrez entre miles. Los años 70, 80 y 90 marcaron una época dorada de nuestra televisión, la cual cuesta trabajo ver y entender en lo que terminó convertida. Si nos damos a la tarea de encender el televisor con el control remoto de nuestros televisores, nos dan ganas de salir corriendo a algún lugar remoto de la geografía colombiana en donde no entre la señal de ningún canal.
Con la llegada de los canales privados se eliminó de tajo la televisión educativa que solo se emitía inicialmente para Bogotá y se le dio paso al ‘Reality Show’ en los cuales hombres y mujeres escogidos por unos ‘especialistas’ en la materia, los meten por meses en selvas, playas y en casas-estudio diseñadas para concursar por un jugoso premio. Estos programas de contenido burdo, acompañados de lenguaje soez, escenas de sexo explícito y sociedades maquiavélicas, atraen a miles de colombianos noche tras noche para definir quién es el ganador del millonario botín. Lo preocupante del caso no es que se emitan estos programas, preocupa la cantidad de gente que los observa noche a noche y si no, ¡miren el rating! Y saquen sus propias conclusiones.
Como si fuera poco, nos recetaron novelas dedicadas a capos del narcotráfico, paramilitares, guerrilleros, asesinos, violadores, cantantes con vidas oscuras y los convirtieron en héroes de la noche a la mañana bajo el lema de: “quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”. ¡Faltaba más! Para terminar de ajustar, en un canal privado les dio por hacer una novela que se emite después de las 9 y 30 de la noche, acompañada de un pobre contenido y con un guion escrito por el primer desocupado que encontraron. Su nombre es: “Escupiré sobre sus tumbas”. Debe ser de los mismos productores de “Sin tetas no hay paraíso”. Pasamos de “Yo soy Betty, la fea” a “Escupiré sobre sus tumbas”. Nace una pregunta: ¿tiene la televisión colombiana un Defensor del Televidente? O ¿es un cargo de adorno en nuestro medio? Aquí no nos salva ni el Chapulín Colorado el cual se fue de nuestras pantallas con su chipote chillón para nunca más volver. Doña Gloria Valencia de Castaño siempre dijo: “lástima que la televisión no sea en colores”. Mejor se hubiese quedado en blanco y negro, ya que lo único que vemos es oscuridad en las pantallas.