Crónicas urbanas por Felipe Zarruk
Desde hoy vamos a realizar una serie de crónicas urbanas contando historias que muchas veces están ocultas bajo las columnas de cemento que sostienen a nuestra ciudad y a su área metropolitana. En alguna charla de café conocí a Daniela Romero, una bella santandereana quien obtuvo su grado profesional estudiando Mercadeo y Publicidad en la UDES, pero que desde muy niña inició su diplomado ayudando a los demás, trabajando con comunidades vulnerables y terminó convertida en abogada defensora de los animales.
Daniela hizo varias carreras al tiempo, dejó de lado su comodidad estudiantil e ingresó a los territorios tratando de ayudar a quienes no solo necesitan un apoyo económico para sobrevivir en nuestras selvas de cemento, también buscando sonrisas y felicidad en medio de abrazos y el afecto que muchas veces se obtienen con un delicioso helado, el cual la derrite desde que era una niña y obtuvo su máxima alegría, al obsequiar cubiertas de chocolate para que le devuelvan una sonrisa.
Desde 2018, explora terrenos y recorre barrios; en sus recorridos ha tenido contacto cercano con más de 60 fundaciones junto a la empresa La Yogur con la cual trabaja hace seis años y desde la misma siguió los lineamientos de una obra social que se llama ‘Cambia La Cara’, la que busca sin ningún tipo de discriminación a quiénes puede ayudar y también cómo hacerlo. Cualquier día se encontró con Uriel Augusto Tapias Morales, un licenciado en Educación Física y profesor del colegio Carl Rogers, quien no se conformó con su sueldo como profesor, también se dio a la tarea de gastar parte de sus quincenas en niños con Síndrome de Down y autismo.
Uriel salió a buscarlos en su natal Piedecuesta y encontró una población bastante numerosa. Niños entre los 5 y los 15 años, quienes por su condición no eran tenidos en cuenta en ningún club o institución deportiva para hacer parte de sus actividades. Uriel buscó en sus amigos y amigas un apoyo sobre todo en la parte emocional y fundaron hace varios años un club cuyo nombre es ‘Club de Natación Inclusiva Talento 21’ y cuando realizaron las primeras convocatorias, se presentaron más de 30 niños quienes junto a sus padres encontraron cada martes y jueves desde las tres de la tarde, un espacio para la diversión y el aprendizaje de un deporte acuático que los baña de felicidad y les moja el alma con la alegría tan necesaria a su corta edad.
Encontraron un espacio en el Centro Recreacional Guatiguará en Piedecuesta, el cual cuenta con dos piscinas y es allí en donde Nicolás González, Said Zabala, Miguel Sánchez, Cristian Parada, Santiago Rodríguez, Samuel Martínez y Ángel Pinzón queman calorías, nadan por horas bajo la atenta mirada de las profesoras Ana Milena Bernal, Karina Capacho y Gabriel Tarazona. Los niños van de la mano de sus padres, en muchos casos de sus abuelos. Verlos llegar al centro recreacional -dicho sea de paso, merece más atención por parte de la Alcaldía de Piedecuesta-, es conmovedor. Se emocionan al ver al Arcángel Uriel quien extiende sus alas y con sus abrazos y sonrisas le pagan con creces a un sencillo profesor quien echa mano a sus ahorros para subir a las veredas vecinas y llevar funciones de cine junto a sus amigos, aquellos que nunca lo han abandonado en su angelical apostolado. Han abierto un plan padrino para que los habitantes del área apoyen a una fundación que necesita muchas veces quien pueda adoptar a algunos niños en sus actividades recreo deportivas. El pago será un abrazo y una sonrisa.
Daniela les lleva helados cada que tienen competencias tanto nacionales como internacionales y esa es la medalla que los niños saborean y agradecen con amor. El amor se hace presente con las alas de Uriel y los refrigerios de Daniela, una dupla angelical.