Según la policía los 6 capturados trabajaban de manera independiente y distribuían los alucinógenos en fiestas electrónicas, pero sobre todo en los alrededores de establecimientos de enseñanza superior del área metropolitana.
Quienes vendían los alucinógenos dentro de las universidades le apuntaban a los estudiantes de los primeros semestres, a quienes les inculcaban que el consumo de estupefacientes potencializaba las capacidades intelectuales, generando un mejor rendimiento académico.
Se logró identificar que los mismos expendedores enseñaban a consumir los alucinógenos a quienes nunca lo habían hecho y que para adquirir alguna droga era necesario ir referido por otro cliente.